El mundo tiene muchas formas de llevar la cuenta de las cosas: el escalón que ocupas en la escalera corporativa; el balance en tu cuenta bancaria; el barrio o la colonia donde vives; tus resultados en el golf; la cantidad de amigos que tienes en Facebook; tu promedio académico; tu edad; la marca de tu ropa, etc. Todas éstos pueden tomarse como indicadores claves o pistas en cuanto a tu posición en la escuela o en el trabajo, en la vida social, o hasta dentro de tu propia casa.
Mucha gente ha llegado a la conclusión que sólo hay una posición que vale la pena ocupar: la de estar en la cima. El deseo de ser el mejor, poseer más bienes que nadie, sobrepasar a tus competidores y ganar, ganar, ganar, es parte importante del motor de motivación que mueve al mundo. La Biblia indica este modus operandi en la frase “¿Quién es el mayor?”
Claro que no tiene nada de malo esforzarse para obtener el éxito, o inclusive, para llegar a la cima. Pero tal vez valga la pena pensar si la ambición dominante de llegar a ser el Número Uno te llevará finalmente a donde realmente quieres llegar.
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